Como maestro, ¿qué es lo más raro que hayas presenciado en tu escuela o clase?
En las clases de alfabetización en la Federación Secretariado Gitano en el programa de drogodependencia vi cosas bastante fuertes. Mi alumno (del que aprendí lo que era fumar en plata) tuvo una sobredosis en clase porque antes de la metadona (venía a mi clase después) se había metido una dosis; pequenha, eso sí. No fue muy grave tampoco, pero me impactó. Veía que se quedaba dormido, ojos medio en blanco y que empezaba a echar baba por la boca. Llamamos a la ambulancia y todo bien, pero me di un susto.
Allí también daba clases de educación sexual; realmente, eran talleres de manualidades y alfabetización para mujeres en los que dábamos nociones de sanidad sexual. Los maridos no veían con buenos ojos aquello y me miraban al salir como si fuera la meretriz más grande del universo.
Cosas que me sorprenden y con las que empatizo: ninhas de 12 anhos que me dan justificantes del Juzgado porque tuvieron que ir a declarar contra su padre por violencia de género, alumnos fumados de 20 anhos que te amenazan y después te piden perdón poniendo como excusa que estaban drogados… Y todos buenos chavales. Guardo buen recuerdo de todos ellos, porque tenían problemas internos muy gores. El chico gitano tenía 18 anhos y un ninho de dos y tenía miedo de matarlo drogado; era su mayor miedo, ese y no saber cuándo darle de comer, porque no sabía mirar el reloj. Los cuartos y las y medias las aprendió con empanadas. Era feriante y sabía lo que era un cuarto y un “y media”, así que empleamos las empanadas como relojes. Al final del curso sabía mirar las horas. Tampoco era capaz de relacionar al principio las horas con los momentos del día, de ahí que los relojes digitales también se le diesen mal. Pero él quería aprender con los convencionales y aprendió. Y a pagar en las tiendas sin tener que decirle al cajero que le contase los euros. Fui muy conmovedor ayudar en esto, pero también muy sorpresivo. Y un reto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario